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jueves, 23 de diciembre de 2010

Festín para los sentidos

Me encanta tener días de fiesta en invierno (también en verano), poder darme duchas calentitas sin prisa, saltarme los horarios de comidas y cenas, buscar una terracita con sol para una cervecita a mediodía, y trasnochar viendo pelis arropada en el sofá con la manta polar.

Si también te gustan estos días te hago una doble recomendación, porque no sé si prefieres el trasnoche de una buena peli o la terracita al sol con un buen libro: El festín de Babette.
Quizás muchos no sepan que la película es la adaptación de un delicioso relato de Isak Dinesen (autora de Memorias de África) escrito en 1958.

Me parece especialmente recomendable la edición que hizo la editorial Nórdica en 2007 porque contiene un doble tesoro: un estupendo relato y unas fantásticas ilustraciones de Noemí Villamuza.


Imagina una pequeña aldea de Dinamarca, sórdida, oscura y fría, y una recién llegada, una joven francesa, que se instala en la casa de dos viejas hermanas, tan sórdidas, oscuras y frías como la aldea en la que viven. A partir de aquí la historia se convierte en un cuento sorprendente, emotivo, que te incita a reflexionar sobre las cuestiones más elementales de la vida. Y, como colofón, un festín inolvidable.


La versión cinematográfica es una producción danesa de 1987 escrita y dirigida por Gabriel Axe, y fue la primera de esta nacionalidad en ganar un Óscar a la mejor película de habla no inglesa. Creo que la adaptación es estupenda porque refleja escrupulosamente el espíritu del relato y porque añade un plus de protagonismo al tema culinario, tanto que en esta página puedes ver las recetas que aparecen en la película.
Rodada en un color que roza el blanco y negro, Babette se dibuja como una hada buena que va llenando de luz las vidas sombrías de los habitantes de un pueblo tan frío y gris como sus corazones. Impagables los rostros, las miradas, los gestos.
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miércoles, 17 de noviembre de 2010

A pedir de boca


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"Ella decía que había que comer para gozar la vida, no sólo para vivir", le expliqué.

Y Suso: "Fíjate que incluso hablaba con la comida, conversaba con las ollas."
Ante la mirada escéptica de Bea, yo insistí, que sí, que era cierto. Lo recordaba bien. Mi madre no sólo cocinaba, también pedía, ordenaba, insultaba a los alimentos reacios a dejarse cocer y alababa a los propicios. Y Suso: "Si hasta tenía clasificaciones morales." ¿Qué decía de las patatas? Que eran serviciales. ¿Y de los garbanzos? Unos caprichosos. Además le gustaba cantar mientras cocinaba. Decía que al pollo le encantan las rancheras mexicanas. Y al pescado la música de gaitas.
Suso me miró sorprendido: "Yo eso no lo recuerdo." Pues yo sí.
A pedir de boca
José Manuel Fajardo
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A pedir de boca es atractiva. Desconcertante a veces, pero atractiva. Tan pronto es una novela de aventuras, como una de amor, como unas memorias. Y un marinero que quiere ser cocinero. Y un cabaret que también es bistró.
La novela (que se divide en dos partes: Aperitivo y Menú) concluye con un estupendo Apéndices De sobremesa con la carta del L'Arc-en-ciel (protagonista en forma de restaurante), con las músicas que escuchan sus comensales, la letra y la música del bolero Ayer (no explico por qué).
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jueves, 14 de octubre de 2010

UUUMMM, qué bueno!


Qué difícil es encontrar una película interesante. Más aún que sea ácida (más bien corrosiva), intrigante, sorprendente y cómica al mismo tiempo. No digamos que tenga un buen guión. Y ya ni hablamos de que trate el tema de la gastronomía de forma inteligente.

Bien, pues todo eso lo he encontrado en Estómago. No llegué a verla en cine (una peli italo-brasileña con actores desconocidos? mini-cine y tres semanas en cartel) pero conseguí verla este verano en dvd.

Me quedé un poco flasheada, inmóvil en el sofá de casa pensando "joder, qué tío" (por el actor protagonista, por el director, por el guionista). Este cocinerito inocente, patoso, enamoradizo... Me dejé llevar de la mano de Nonato (el prota) en sus andanzas como si de un gatito inofensivo se tratara y ... bueno... el paseo fue estimulante. No quiero desvelar siquiera cuál es la trama ni cuál el desenlace. Creo que hay que verla así.
Por supuesto en la peli se cocina, bien y hasta en sitios insospechados. Y si empiezas la peli antes de cenar irás rápidamente a la cocina cuando veas el primer plato de "cosinhas", que el prota cocina como nadie y que su partenaire devora incansable.
El cartel de la peli no miente: "Una historia nada infantil sobre poder, sexo y gastronomía".
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He vuelto

Tras un periodo (demasiado largo) de irreflexión, vagancias y asuntos varios me reincorporo a éste mi blog no olvidado pero falto de abono.

Siento el paréntesis y prometo redimirme. Tengo en el tintero (más bien en mi biblioteca y en mi estante de pelis) algunas cosas que pueden ser interesantes. Espero seguir descubriendo otras muchas.

Grandes bocados a tod@s!!!

jueves, 29 de abril de 2010

¿Quién tiene arte... culinario?

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Es muy probable que ante una creación de Berasategui, Arzak o Ruscalleda (maestros sin discusión) exclamemos epítetos que definan su arte culinario.


Es lógico: excelentes materias primas, buena ejecución, creatividad, originalidad... y para el que mira un deseo curioso e irremediable de probar aquello que tiene ante sus ojos (en vivo o en fotografía).


Claro, es que el arte culinario es "el arte en la cocina", "la forma creativa de preparar los alimentos", "preparar deliciosamente los alimentos" (las definiciones no son mías pero son algunas de las más comunmente aceptadas).


En realidad, conseguir explorar el arte culinario en ciertas óptimas condiciones es fácil, creo que nadie lo negará. Pero, y si en lugar de una estupenda cámara frigorífica con innumerables productos y una excelente despensa repleta de delicatessen disponemos de una cocina con vitro, un combo congelador y una despensa de tres estantes ¿podemos acercarnos a algo parecido a ese arte culinario?


Yo tenía la intuición de que sí podía ser y con el tiempo Falsarius Chef me lo confirmó.



Si elegimos unas cuantas latas o conservas y les ponemos imaginación y buen gusto y nos salen unas estupendas vieiras rellenas ¿no es una "forma creativa de preparar los alimentos"? Y si además su contemplación despierta tus glándulas salivares y te empuja a hacerlo rápidamente en casa por la pinta tan estupenda que tiene ¿no despierta nuestros sentidos creativos como aquéllos?

Para muestra un botón http://cocinaparaimpostores.blogspot.com/2008/09/postre-para-gordos-disimulados.html

Y ahora me diréis que no es un hábil, creativo e imaginativo artista cocinero.

Yo misma abro ahora mi despensa con otra cara, esos tristes estantes han adquirido una nueva dimensión y pienso si tal o cual conserva con un poco de lo otro... uummm.

Llama a su espacio "cocina para impostores" . En absoluto! No hay trampa ni engaño, sólo buenos alimentos, bien cocinados y jugados con talento y un gran sentido del humor... Eso es arte!!!


jueves, 15 de abril de 2010

Comida en el cine vs Comer en el cine



Ayer fui a ver la película Soul Kitchen. Muy recomendada y muy bien criticada. No decepcionó.

Una peli donde el escenario sea un restaurante (bastante peculiar) y su protagonista sea un cocinero (más peculiar todavía) no es demasiado común y hay que aprovechar las pocas oportunidades de ver buen cine que te brinda el universo cinematográfico actual, inundado de 3D, presupuestos millonarios y guiones previsibles.

Soul Kitchen es el nombre del restaurante sobre el que pivotan los protagonistas y la acción de la película. Un restaurante que se irá transformando, mutando, al mismo tiempo que su dueño, su camarera, su cocinero...

Es divertida, amable unas veces, cínica otras, con fabulosa música y estupendas escenas de cocina y comida, muy bien insertadas en la trama y portadoras de humor.

Está muy bien eso de ver comida en el cine ( al menos para mí, claro). Lo que no está tan bien (al menos para mí, claro) es lo de comer en el cine. Me resulta difícil entender que haya quien elija un cine para merendarse unos nachos con queso, y no es un suponer, es exactamente lo que se zampó el tipo que ayer se sentó a mi lado.
Igual que no comprendo que el que merienda en un cine (pongamos también las palomitas con cola, las chocolatinas, las patatas onduladas) no piense en el ruido que hace al morder con estrépito, al sorber con la pajita del refresco o al rebuscar entre el fondo del cubo la última palomita.
Pero aún me resulta más difícil entender la cara de asombro o el rebufo impertinente del que recibe un "disculpa, te importaría no hacer tanto ruido, es que estás molestando", como si te estuviera contestando " ah, pero es que tú vienes al cine al ver la película en silencio? y qué coño haces que no estás merendando?".
Hasta tal punto debe ser adictivo este vicio que el otro día, en un cine de reestreno con sesión doble, una señora sentada dos asientos más allá del mío, no esperó al descanso para embucharse una bolsa de gusanitos, una lata de cerveza y una barrita de chocolate. Lo juro.
Sí, yo también he comprado palomitas en el cine, pero me las he comido antes de la peli o durante los tráilers, y las he dejado a un lado cuando han empezado los créditos de inicio. Seré rara?
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martes, 16 de marzo de 2010

La hermandad de la uva

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"Las berenjenas al horno me retrotajeron a la infancia, a cuando estaban a veinticinco centavos la unidad y eran un manjar, maravillas globulares moradas, henchidas de lozanía, semejantes a tíos ricos de Arabia deseosos de llenarnos el estómago, y tan hermosas que daban ganas de llorar.

Los finos filetes de ternera también me dieron ganas de llorar, pero me tragué las lágrimas con ayuda del estupendo vino de las cepas que Angelo Musso tenía al pie de las montañas. Los ñoquis cocinados con mantequilla y leche redondearon la cena. Aparté los ojos del plato y lloré de alegría, secándome las lágrimas con la servilleta, ronroneando como si estuviera en el útero de mi madre, dulce, apacible y con la boca llena de vida para siempre. Vio mis ojos húmedos, porque no había escondite para ellos."

La hermandad de la uva
John Fante

Aunque no es una novela sobre gastronomía, cocineros, restaurantes... es una estupenda novela que contiene episodios culinarios como éste, y que recomiendo por su eficiente y moderna escritura, su argumento inteligente y su sensibilidad en la confección de los personajes.
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jueves, 4 de marzo de 2010

Una historia diferente

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Quizás no te interese la historia en general. Ni siquiera la historia en particular.
A lo mejor tengas curiosidad por saber algo más de gastronomía.
Pero seguro que alguna vez has bebido un té caliente, o un café expreso, o una cerveza bien fría, o una copa de vino, o un chupito de licor o una coca-cola.


Pues bien, esta Historia del mundo en seis tragos contentará a cualquiera de vosotros: bebedores, mentes curiosas, amantes de la historia o inquietos por la gastronomía.

Tom Standage dedica cada una de las partes en que está divido este libro a una bebida, y con ellas va trazando una completa historia del mundo y la gastronomía, desde La cerveza en Mesopotamia y Egipto hasta La Coca-Cola y el auge de Estados Unidos.

Da cuenta de los orígenes, la producción, la expansión y el consumo de cada una de las bebidas, y su escritura es rigurosa, exhaustiva pero amena.

También nos descubre otras bebidas de las que no hemos llegado a tener noticias o se convirtieron en otras, como ocurrió con un licor elaborado con brandy de caña, "conocida como kill-devil (matadiablo) y que era infinitamente fuerte, pero no muy agradable al paladar"; o el llamado "grog", ron rebajado con agua que bebían los marineros del Caribe para suplir la falta de cerveza.

A una persona como yo, que es amante de la lectura pero poco de la "historia en bruto" ( lo reconozco, era la asignatura que se me atragantaba en el instituto), le gusta encontrar un buen libro de historia, con algún toque literario, que aporte información rigurosa pero también detalles anecdóticos e incluso divertidos. Pues esta Historia del mundo cumple con todos estos requisitos y ofrece episodios tan fabulosos como éstos:

"A medida que el café se iba introduciendo a lo largo y ancho del mundo árabe -en 1510 ya había llegado a La Meca y El Cairo-, la naturaleza exacta de sus efectos físicos se convirtió en materia de controversia.[...] El gobernador local, un personaje llamado Jair Beg, que era responsable de mantener la moralidad pública, sometió a juicio, literalmente, al café. Reunió a un consejo de expertos legales y sentó ante ellos al acusado: un gran recipiente de café."

"Hacer una cervecería" y "sentarse en la cervecería" eran expresiones populares egipcias que significaban "pasárselo bien" o "estar de juerga", mientras que la expresión sumeria "servir la cerveza" hacía referencia a un banquete o festín de celebración, y las visitas formales del rey a los hogares de los altos funcionarios para recibir tributo se registraban como "cuando el rey bebió cerveza en la casa de x".

En cualquier caso, devotos de la cerveza, adictos al café, aficionados al ron, consumidores compulsivos de té... siempre podréis acoger este libro en vuestros estantes sólo porque dedica un capítulo a vuestra bebida favorita.

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viernes, 26 de febrero de 2010

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"Caminaron por el bosque. La luz empezaba a flaquear. Siguieron el llano bordeando la parte superior del río entre enormes árboles muertos. Un frondoso bosque sureño donde antes hubo manzanas de mayo y quimafilas. Ginseng. Las ramas muertas de los rododendros retorcidas y nudosas y negras. Se detuvo. Había algo en el suelo. Se agachó para separar el mantillo. Una pequeña colonia, encogidas, resecas y arrugadas. Cogió una y se la llevó a la nariz. Mordió una punta y la masticó.

¿Qué es papá?
Colmenillas. Son colmenillas.
¿Y qué son colmenillas?
Un tipo de seta.
¿Se pueden comer?
Sí. Toma
¿Son buenas?
Muerde.

El chico olió la seta y dio un mordisco y se quedó masticando. Miró a su padre. Son bastante ricas, dijo.

Arrancaron las colmenillas del suelo, unas cosas de aspecto extraño que él fue metiendo en la capucha de la parka del chico. Volvieron a la carretera y bajaron hasta donde habían dejado el carrito y acamparon junto a la poza de la cascada y lavaron las colmenillas de tierra y ceniza y las pusieron en remojo en un cazo con agua. Para cuando hubo encendido la lumbre era ya de noche. Troceó unas cuantas setas encima de un leño y las tiró a la sartén junto con la grasa de cerdo de una lata de alubias y lo puso todo a fuego lento sobre las brasas. El chico le observó. Este es un buen sitio, papá, dijo.

Comieron las pequeñas setas acompañadas de alubias y bebieron té y tomaron peras en lata de postre."


Cormac McCarthy
La carretera
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miércoles, 17 de febrero de 2010

Tele y gastronomía


Aunque parezca mentira, anoche pude estar viendo la tele y disfrutar de un par de buenos programas!!!!

Sólo necesité tener sintonizado el Canal33 (del grupo de Televisió de Catalunya) y sentarme en el sofá a las 21h.



El primer programa se llama La Riera y es la nueva telenovela de TV3. Lo descubrí hace un par de días y me quedé sorprendida al ver una escena de cocineros discutiendo con su chef. Me quedé a verlo y ya estoy enganchada.

Sí, es una "telenovela" porque se emite todos los días (la emisión original es en la sobremesa de TV3), pero no imagines un culebrón venezolano; es una serie elegante, de muy buena factura (como suele ocurrir con la programación de este canal) y buenas interpretaciones (la actriz principal es nada menos que Mercedes Sampietro).

Can Riera es una antigua fonda convertida en restaurante, situada en la costa catalana, cerca de Barcelona. La serie se inicia en el momento en que el patriarca de la familia abandona la dirección del restaurante y se marcha de la ciudad. Sus cuatro hijos (uno de ellos cocinero y otro encargado de barra) y su madre son los personajes sobre los que giran las diferentes tramas.

El otro programa del que os hablaba es Karakia y muestra la gastronomía típica de un país. Los protagonistas son ciudadanos del país elegido que viven en Cataluña y que nos enseñan cómo hacer los platos tradicionales desde las cocinas de sus casas.
Además proporciona una valiosa y amena información sobre la cultura gastronómica, las costumbres e historia del país en el que se centra cada programa. Los capítulos que se emiten actualmente son reemisiones (es un programa que está en antena hace ya un buen puñado de años, es un viejo amigo mío) y desde su página web puedes visionar todos los programas y conseguir las recetas que han aparecido en muchos de ellos.
http://www.tv3.cat/pprogrames/karakia/krkSeccio.jsp

Si puedes, no te lo pierdas.
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martes, 2 de febrero de 2010

¡Qué placer!

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Tampopo!!

¡Qué placer que existas!

¡Qué placer haberte encontrado!

Tampopo es la película que ningún amante de la cultura gastronómica debería perderse.

Tampopo, que es el nombre de la protagonista y que en japonés significa “diente de león”, es una película de 1985 escrita y dirigida por Jūzō Itami (a la sazón cuñado y gran amigo de toda la vida del Premio Nobel de literatura Kenzaburo Oe). Tuvo cierta repercusión y obtuvo diversos premios internacionales. Pero eso es lo de menos.
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Tampopo es una historia de sueños rotos, de amistad incondicional, de la búsqueda de la felicidad, de tesón, de amor por la vida y por la cocina. Pero no es sólo eso.
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Tampopo tiene su epicentro en la cocina, en varias cocinas, y se muestra (como pocas veces) el esfuerzo y el impulso creador del verdadero apasionado por ella. Y aquí la cocina es cocinar de verdad: manejar las cazuelas, cocer caldos y tallarines, el calor de los fogones, el grosor de las lonchas de cerdo, el punto de sal.


Tampopo tiene humor, un humor blanco, sin pretensiones, franco, que algunas veces se convierte casi en circense. Algunas escenas me recuerdan a aquellas que Louis de Funès protagonizaba en Le grand restaurant.
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Tampopo tiene algunas de las mejores escenas de sexo en cine que puedo recordar: elegante sexo explícito con comida entre un "yakuza" y su amante en un momento, sensualidad y erotismo evocador, muy poético en otro, impulsos retenidos en otro.



Tampopo es peculiar porque no tiene sólo una historia, la que vertebra la película, la que protagoniza la joven y ambiciosa Tampopo en su restaurante. Tiene otra historia, en otro tiempo, en otro lugar, que aparece y desaparece brevemente, pero que le da a la principal otra dimensión, inesperada e insólita.
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Tampopo te va a enseñar a hacer, de principio a fin, unos auténticos "fideos ramen" (versión japonesa de la sopa de fideos chinos y el plato más popular de la gastronomía nipona) y una tortilla francesa con un arte inigualable.
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Tampopo es especial y un tanto extraña ( por no decir que verla en v.o., con esa dicción áspera y exabrupta, no resulta fácil), y es seguro que no gustará a todo el mundo. Pero, como se dice en estos casos, no te dejará indiferente, y aún me atrevería a decir que querras verla de nuevo.
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En fin, por si cabía alguna duda, estoy totalmente rendida a esta película. Espero que sea para cualquiera, como para mí, un auténtico placer.
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jueves, 28 de enero de 2010

¿Cine y gastronomía?¿Seguro?


Hace apenas unos días compré el libro Cine a la carta. Con recetas prácticas para cocinar de película. Está escrito por Helena Garcia Ulldemolins ( sin formación académica culinaria pero mucho interés) y por Pablo Mérida (autor de diversas obras relacionadas con el cine).

Cuando lo tuve delante me dejé llevar por el título y por el texto que rezaba en la contracubierta: "... un libro que profundiza en la relación que mantienen el cine y la comida" y pasé la tarde de ayer en su compañía. Compañía que, aunque deseada, me provocó una irritación tiempo ha que no sentía.

La verdad, no sé muy bien si es que el autor (especializado en cine) no conoce lo suficiente la filmografía relacionada con el tema, o si es que han ido a buscar films populares y conocidos aunque la gastronomía sólo aparezca (y muy dudosamente) de soslayo, o si la autora (de la que no pongo en duda su entusiasmo culinario) quería un libro de recetas elementales, fáciles y que completaran un librito amable y de fácil venta.

¿Cómo si no se explica que aparezca una película como Tomates verdes fritos, de la que no niego su calidad artística, pero que lo único que comparte con la gastronomía es eso, el título y la receta que le da nombre (y que consiste en coger unos tomates verdes y freirlos!!!!)?. Y ¿por qué llamar la atención sobre La dama y el vagabundo para explicar la receta de unos "sofisticadísimos" espaguettis con albóndigas?. Lo mismo con la elección de Sabrina, película relacionada con la gastronomía porque aporta una escena con un souflé de queso!!!

¿Es que ninguno de los autores de este libro ha tenido el placer de ver Tampopo? Es una fantástica película japonesa (y galardonada con varios premios internacionales) que gira en torno a un tema : cómo elaborar los mejores tallarines de toda la ciudad, y que además contiene unas evocadoras escenas de sexo con comida.

Quizás los autores tampoco conocen Au petit Marguerie, ni Una gran Noche, ni El restaurante... películas todas ellas en las que un restaurante y lo que se cocina en él son los protagonistas. O quizás consideren que cualquier película en la que aparezca una cocina, comida o gente comiendo ya es una película con una estrecha relación con la gastronomía.
Entonces tomen nota, autores, de Kramer contra Kramer (porque Dustin Hoffman hace unas torrijas a la americana con su hijo), o de El amor es ciego (porque Jack Black pide una burger con extra de queso, tarta y batido). Ya puestos!
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miércoles, 13 de enero de 2010

Las entrañas de un restaurante


Confesiones de un chef es, ante todo, un libro atrevido. Anthony Bourdain escribe una historia autobiográfica sin máscaras, sincera. Tanto que incluso es desgarradora, porque escribe sin tapujos (propios y ajenos) cómo es de verdad la vida en los restaurantes por los que él mismo pasó desde que empezó de lavaplatos en un antro pequeño y sucio.

Bourdain se la juega a todo y desvela secretos inconfesables, destapa vicios ocultos, pone en entredicho a muchos de sus colegas y desmitifica el muy glamouroso oficio de ser chef de un restaurante lujoso.

Por eso esta autobiografía parece en muchos momentos una novela de aventuras, de intrigas, donde, hasta la mafia, tiene su sitio.

Anthony Bourdain, que ahora protagoniza el famoso programa de cocina en la televisión americana No reservations, tiene fama de no tener pelos en la lengua y así lo demuestra en otros libros como Malos tragos ( recopilación de artículos sobre gastronomía) o Viajes de un chef (donde narra sus peripecias por cocinas de todo el mundo, incluída una cata de jamón serrano y una tremenda borrachera con vodka en Rusia).