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martes, 27 de octubre de 2009

Un relato exquisito


El perfeccionista en la cocina (The pedant in the kitchen) es una deliciosa obra de Julian Barnes. Y no digo "deliciosa" porque en ella se hable de cocina de principio a fin, que también. Digo deliciosa porque Barnes consigue dibujar una sonrisa en tu cara y no borrarla hasta la última página (incluso hacerte reir a carcajadas) porque una vez que la empiezas querrías que no se acabara nunca, porque su sentido del humor es elegante, porque todos podemos vernos reflejados en sus pifias culinarias...

Julian Barnes se retrata en los inicios de sus aventuras en la cocina, en sus primeras inmersiones en los fogones y los libros de recetas, en sus desaliños, en la experiencia inolvidable de sus primeros invitados... Y lo hace de forma magnífica y llena de humor, hasta el punto de reir mientras mascullas "eso me pasó a mí!!".

Os transcribo un pequeño fragmento del capítulo 1:

"Yo tenía veintitantos años y estudiaba para obtener el título de abogado; alguna comida de las que me inventaba por entonces era criminal. En lo alto de mi escala estaba la chuleta de cerdo ahumada, con guisantes y patatas. Los guisantes eran congelados, por supuesto; las patatas, de lata, previamente peladas, venían en una salmuera dulzona que me gustaba beber; la chuleta era distinta de cualquier cosa posteriormente descrita con este nombre. Deshuesada, previamente modelada y de un color rosa luminoso, se distinguía por su capacidad de mantener una tonalidad fluorescente por más tiempo que la asaras. Esto daba mucha libertad al chef: no estaba poco hecha a menos que estuviese claramente fría, ni quemada a no ser que estuviera negra como el carbón y ardiendo. Luego se vertía una copiosa cantidad de mantequilla sobre los guisantes, las patatas y, por lo general, también sobre la chuleta. Los factores clave que regían mi «cocina» de aquel tiempo eran la pobreza, la desmaña y el conservadurismo gastronómico."



El libro va acompañado por las simpáticas ilustraciones de Joe Berger, que le confieren a la obra un aire desenfadado, alejándola de los formalismos y la solemnidad de otras obras de contenido gastronómico.

Con una narración exquisita, inteligente, Barnes atrae una vez más y compone un relato que atrapará tanto a los cocinitas como a los buenos lectores que quieran dejarse sorprender.

Todo un placer.